CERCLE 9

10 Un artista de obra intrigante y distinta, el «perfecto existencialista» a ojos de Sartre. Contemplando su obra, uno no puede evitar imaginarse a un hombre desasosegado, incluso atormentado… La dedicación al arte, y me refiero a la verdadera entrega al arte, aquella donde «el pintor aporta su cuerpo», tal y como Valéry definiría el papel del artista en relación a su obra, es sin duda una de las dedicaciones más complejas posibles, y exige un alto grado de resistencia frente a la adversidad. Giacometti es un extraordinario ejemplo de artista que entrega su cuerpo al arte, y tanto es así que a menudo es imposible desligar su cuerpo, su presencia y, en definitiva, su ser, de su obra. Seguramente el caso de Giacometti sea uno de los más extraordinarios ejemplos en la historia del arte de esta simbiosis entre artista y obra. Giacometti fue un ser extremadamente austero, apegado a su trabajo y a sus hábitos cotidianos. No olvidemos que reside durante buena parte de su vida en su propio estudio de la calle Hippolite-Maindron de Paris de veintitrés metros cuadrados, donde además realiza buena parte de su obra. Es por ello que, regresando a su pregunta, seguramente fue un ser «desasosegado», sin duda, ¿atormentado?, también, ¿pero cómo no serlo cuando la entrega al arte es incondicional? Giacometti se impuso el reto titánico de representar «tal y como vemos» o, más bien, de dar cuenta de su particular mirada a la realidad. Tenía una forma de trabajar en la que recomenzaba cada día el trabajo realizado el día anterior. Pretendía captar la esencia del otro a través de su apariencia. En 1957 Giacometti escribe: «Je ne sais pas si je travaille pour faire quelque chose ou pour savoir pourquoi je ne peux pas faire ce que je voudrais». Es decir, no puede hacer aquello que quiere porque no logra a su parecer representar aquello que ve. Quiere representar lo que ve para poder ver lo real. Según el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, la escultura de Giacometti estaba «siempre a medio camino entre la nada y el ser». Fueron grandes amigos, aunque su relación no siempre fue fácil. En su libro Les Mots , Sartre reconstruyó de manera personal el accidente de tráfico que tuvo Giacometti en 1938. Giacometti se enfadó con Sartre por haberlo descrito en la Place de l´Italie y no en la Place des Pyramides, que es donde realmente había ocurrido, además de otras imprecisiones. Algo que aparentemente era insignificante pero cuya importancia para Giacometti era primordial. La relación de Giacometti con el existencialismo nome parece tan evidente, a pesar de su muy conocida amistad fallida con Sartre y Simone de Beauvoir. Es cierto que Giacometti fácilmente puede ser calificado como escultor existencialista, ya que hay muchos elementos que apuntan en este sentido. Creo que su obra, de alguna manera, trasciende la adscripción filosófica temporal y determinada como el existencialismo, y es por ello que su obra resiste inmutable el paso del tiempo. Creo sinceramente que la exposición que presentamos en el Museo del Prado es una muestra más de la trascendencia de una obra capaz de resistir el devenir del tiempo, así como las posibles adscripciones filosóficas temporales. Una de las cosas que más me impresionaron durante el montaje de esta exposición fue sin duda el sentimiento de que la presencia mineral y elongada, casi arqueológica, de las obras de Giacometti, daba la impresión de que siempre hubiera estado allí donde las emplazamos, en las distintas salas del Museo del Prado. Frente a obras de pintores «clásicos» como Velázquez, El Greco, Tintoretto o Zurbarán, las obras de Giacometti resisten la confrontación con el pasado y es por ello que trascienden de forma análoga cualquier calificativo filosófico concreto y nos ofrecen una relectura constantemente atemporal. Giacometti materializa en gran medida la imagen del artista eternamente insatisfecho ¿cree que llegó a sentirse en algún momento de su vida complacido o apaciguado? No, y creo que esa insatisfacción fue en cierta forma el motor en su obra. Una obra que pronto alcanzará los 80 años, pero de una actualidad sobrecogedora… ¿era Giacometti un visionario? La atemporalidad que he mencionado en la obra de Giacometti es una calidad del arte que resiste el paso del tiempo a pesar de la lejanía que podamos tener con el artista. Hay algo «inmutable», como diría Baudelaire, en la obra de Giacometti, que resiste inmejorablemente el paso del tiempo. En 1935, Giacometti rompe con los surrealistas (movimiento al que se había adherido en el año 1931) debido a la necesidad de servirse de un modelo, de regresar a la figura, a la cabeza humana. Este empeño por reflejar lo real que he comentado anteriormente, lo aisló en cierta forma del mundo del arte de su tiempo, época en la que el expresionismo abstracto estaba en pleno auge, y lo vinculó inexorablemente al arte del pasado y, en cierta forma, al arte venidero. Pudo anticipar algunas de las tendencias que más tarde se enfocaron en la figura humana como su referencia primordial. Visto desde una perspectiva contemporánea, el arte de Giacometti sigue sin duda de actualidad por esa capacidad de tratar el sujeto en su obra más allá de las pautas propias de su tiempo. ¿Dicen que era un hombre, un artista, muy intenso e introspectivo ¿Cuál era su mayor obsesión? ¿Adónde cree que anhelaba llegar? No sé exactamente si fue «intenso», no tuve el placer de conocerle personalmente, seguramente lo fuese. Introspectivo tal vez. Todo artista lo es en cierta medida, ¿no es cierto?...Cabe recordar que se dedicó durante diferentes etapas a lo largo de su vida al retrato y esta dedicación implica establecer una relación constante con el mundo exterior, con sus modelos, que como es sabido muchas veces fueron sus propios amigos y familiares, pero también marchantes, críticos o escritores. También es sabido que Giacometti buscaba el contacto constante con la gente dentro y fuera del espacio de su estudio. Fue asiduo de cafés, así como de reconocidos burdeles como el Sphenix , donde por cierto encontró a Caroline, una de sus más queridas modelos.

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