LLEI D'ART 2

12 último, quienes abren ventanas a otros universos, y per- miten ver a través de ellas a todos cuantos se les aproxi- man con inquietud y ganas de ver más allá de lo visible. Son los magos del arte, los hechiceros de las emociones, capaces de arrancar sensaciones al espectador que ni siquiera sabía que cobijaba. Y muchos de ellos ocultan esa rara habilidad tras un traje de ejecutivo o un mono de pintor de brocha gorda. Eso es trivial. Una mera cir- cunstancia que no les afecta para nada. Andan por ahí y no dejan de buscar, porque no cesan de preguntarse. A ellos, como al maestro Picasso, la inspiración siem- pre les pilla trabajando. Esa tenacidad me impresiona y, lo más curioso, es que no lo pueden evitar, porque su espíritu es inquieto y no concede treguas a nada ni a nadie. De ellos deseo aprender, porque son pocos, pero trascendentales. Una Rara Avis. Su talento, desa- fortunadamente, no es contagioso, pero su proceder siempre nos enseña algo. Su energía en el trabajo es inacabable. Les guía la pasión. Son de otra raza, esa de los hombres libres, sin cadenas ni ataduras, que buscan seguir su camino y cuyo arrojo no sabe de corrientes. Es triste tener que reconocer que nuestra querida Europa se haya convertido en una vieja decadente por culpa del engaño en el que todos vivimos zambullidos desde hace ya demasiado tiempo. Tanto tiempo que hay quienes no recuerdan la verdad, quizás también porque nunca la hayan conocido. Es triste tener que reconocer que nuestra querida Europa se haya convertido en una vieja decadente por culpa del engaño en el que todos vivimos zambullidos desde hace ya demasiado tiempo. Pero no soy pesimista. Todo lo contrario. Hay un atisbo de esperanza para esta generación. La confusión oprime demasiado y la tensión es brutal. Los ciclos, como suce- de en la naturaleza, son imparables, y tras la oscuridad, regresará la luz. Es preciso, me digo a mí misma una y otra vez, quemar en la hoguera de las vanidades el rece- lo y el temor, para poder ver más allá y sentir plenamen- te, porque el miedo nos esclaviza. Me refiero al miedo al ridículo, al fracaso, a la soledad, a la verdad. Conocernos a nosotros mismos es conocer a los demás, pero además, hay quienes saben ser estelas. Hoy la por- tada muestra una obra escalofriante en todos los senti- dos. Les invito a que reflexionen sobre ella, porque no les va a ha dejar indiferentes. L. Noriega Montiel

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