LLEI D'ART 3
84 reflexiones la patera La Balsa de Medusa. Theodore Géricault. Museo del Louvre (Paris) La clásica imagen del artista atormentado y mise- rable no ha quedado relegada al pasado. La po- breza es un toro contra el que lidian actualmente numerosos artistas, cuya realidad es tan amarga como incomprensible. La precariedad de condiciones ha sido y sigue siendo, para muchos talentosos, una constante en sus vidas a la que han llegado a acostum- brarse, confundiéndose entre otros muchos de su misma condición para de este modo aliviar su soledad y su indigencia. Y aunque bien es cierto que, de alguna mane- ra, parece ser que la escasez es el medio idóneo para permitir que la belleza interior, la creatividad o el ingenio afloren al exterior, la imagen del ar- tista bohemio sumido en la más profunda de las miserias, no deja de parecerme lastimosa y digna de análisis. La dificultad para salir adelante a expensas de su talento artístico obliga a muchos artistas a con- vertirse en artesanos, realizando retratos, cari- caturas o reproducciones que después intentan vender a bajo precio con la única finalidad de lle- nar la cesta de la compra. Triste intento de salva- guardar su maltrecha dignidad artística, y evitar su adulteración. Triste, y vano. Y si ser artista es, como define Guillermo Abdala, “un canto acumulado en el tiempo para la digni- dad, una dignidad sujeta a condiciones no enten- didas por el ser humano y que deberán llegar en el silencio, la calma, el trabajo.” , ese pundonor, pasa una dura factura al artista menospreciado por causa de la aparente ininteligibilidad de su obra. Sólo una poderosa fortaleza creadora, y la mayor de las voluntades, consiguen alimentar el ímpe- tu artístico de algunos a quienes las penurias no hacen sino acidificar el mensaje de sus obras, ca- yendo a veces en una ironía, en un sarcasmo, fiel reflejo de la paradoja del mundo del arte actual, de la realidad de un arte corrompido por la espe- culación y carente de alma. La plasticidad del artista –cuando la tiene-, le per- mite adaptarse a un mundo cambiante que some- te a prueba su talante y su espiritualidad, sacan- do el mejor de los extractos o acabando con él. Porque paradójicamente, vivir del arte es el au- Las pinturas del siglo XVIII del fabuloso pintor español Luis Meléndez (1715- 1780) han sido recientemente presentadas por primera vez ante el público ame- ricano en la National Gallery of Art de Washington. El artista terminó su vida pobre y sin reconocimiento.
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