LLEI D'ART 3

86 LLEI D’ART recortes Filón de Alejandría ya planteó la relación entre dolor y armonía. El tema sigue hoy en pie:¿Cura el arte? ¿Tiene capacidades sanadoras, ya sea para quienes lo practican o para quienes lo contemplan? ¿Artistas o chamanes? Los terapeutas Antoni Marí Publicado en La Vanguardia, miércoles, 1 de abril 2009 Cerca del lago Mareotis, a unas pocas millas de la ciudad de Alejandría, sobre un montículo que des- ciende hacia el Mediterráneo, estuvo ubicada una comunidad de hombres y mujeres dedicados a la contemplación y conocidos como los terapeutas. Apenas sabemos lo que escribió Filón de Alejan- dría a los principios de la era cristiana en su trata- do De vita contemplativa; aquí describe la vida de uno de los individuos alejados de lo que el mundo terrenal puede ofrecerles. A pesar de esa renuncia no viven mal; no como los anacoretas del desierto, con apenas agua y pan y escondidos en cuevas y tumbas saqueadas por mercaderes. Los terapeutas, tal como los describe Filón, no su- fren la oscuridad, ni el silencio permanente, ni la presencia de las postrimerías. En la soledad, los terapeutas armonizan la vida en sociedad con el retiro; la saciedad en la comida con la frugalidad, y alternan el diálogo con el soliloquio ensimismado. Leen a Platón y a Demócrito, las Sagradas Escri- turas, los textos judaicos y los sábado y domingos se reúnen en un espacio común y discuten las po- siciones de las diversas doctrinas; intentan llegar al acuerdo y procuran que las contradicciones se sinteticen en una sola; la que permite la más clara visión de la mónada, de la unidad de todo; es de- cir, de dios. Los diálogos y las discusiones son amenizadas por banquetes que forman parte de la liturgia que, según Filón, favorece el diálogo y la voluntad de salir de uno mismo, después de los seis días de concentración especulativa. Los terapeutas son castos, aunque la presencia de las mujeres –tan cultas y dispuestas como ellos- aligera el áspero trato masculino. Las terapéutidas interpretan ale- góricamente las Escrituras para acercarlas al mun- do pagano, tanto helenístico como judaico, invo- can himnos, cantan y bailan, cuidan los huertos y recogen las frutas y las flores que amenizarán los encuentros semanales. Las terapéutidas, como las sacerdotisas de Isis del período helenístico, tienen una esmerada educación en matemáticas, filoso- fía, medicina, astronomía y teología mística. Filón considera a los terapeutas, filósofos; y ofrece una clara explicación etimológico-alegórica del tér- mino: “La terapia que ejercen y profesan es mejor que la medicina que se practica en nuestras ciuda- des, puesto que ésta cuida únicamente los cuer- pos, mientras que aquella también se ocupa de las almas dominadas por graves y prácticamente incurables enfermedades, infligidas por placeres y concupiscencias, miedos, codicias, por la locura y la injusticia, y por un número infinito de disturbios mentales y vicios.” La disciplina a la que libremen- te se someten les otorga la virtud de la profecía y de la curación espiritual y corporal, de aquí el término con el que se les conoce. A los terapeutas lo que ciertamente les interesa es el afán por ver claro, elevarse sobre las nubes y el sol sensible, en un entorno que favorezca la felici- dad perfecta: sano el cuerpo, sana el alma, sano

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