LLEI D'ART 3
90 locura y genialidad ¿Hay que estar loco para ser un genio? ¿Todos los genios están locos? ¿La genialidad innata conlleva locura? Grandes genios en la historia han acabado su existencia con cuadros de locura que nos llevan a plantearnos una serie de preguntas. Nacieron genios, eso lo sabemos, pero, ¿Na- cieron locos también?,¿O es que su genialidad y la imposibilidad de poder transmitir todo lo que albergan sus sofisticadas mentes les lleva a convertirse en auténtica carne de psiquiátri- co. Algunos artistas relevantes incluso han ju- gado con esa doble imagen, coqueteando con una “chaladura” un tanto cuestionable, muy posiblemente a efectos de beneficiarse con un mayor respaldo mediático. Hagamos un breve repaso a la historia de algunos de los mayores talentosos de todos los tiempos, tildados, con razón o no, de desequilibrados. Vincent Van Gogh, uno de los pintores más reconocidos de la historia y de obra más cotizada, sí su- fría serios trastornos mentales. Centrémo- nos en el final de su corta vida. En una etapa de su existen- cia, llegó a Arles, una ciudad francesa situa- da en la Costa Azul. Conoció allí a una familia a quien dedicó una serie de retratos; y también fue allí donde in- tentó crear una casa de artistas que llamaría “La Casa Amarilla”, ya que era su color favo- rito, color que, al final de sus días, acabaría comiendo. Otra de las más difundidas mues- tras de su locura fue la automutilación del ló- bulo de la oreja. Ingresó voluntariamente en el manicomio y acabó pegándose un tiro en el pe- cho, muriendo dos días después. Posiblemen- te tuvo miedo de llegar demasiado lejos en su enajenación, de naturaleza esquizoide. Sin embargo, durante su etapa en el manico- mio fue cuando realizó gran parte de su obra más cotizada, es decir, que algunas de sus mejores pinturas fueron inspiradas entre enfer- mos mentales, y consciente de que él formaba parte de ellos, ¿Acaso interpretamos la genia- lidad como locura? ¿Es posible que la propia vanidad humana, que no conoce fronteras, re- legue a la marginalidad de la locura a todos aquellos cuyo pensamiento no se adecue al de la mayoría, tratando entonces, y como bien cabe esperar, al genio de demente? ¿Hasta tal punto llega la arrogancia que no sólo se limita a alzar la opinión del zafio –frecuentemente ca- rente de todo conocimiento-, sino que precisa degradar toda muestra de inteligencia de difícil lectura hasta niveles tan ignominiosos como los de la enfermedad mental? Me gustaría pensar que sólo son elucubraciones, aunque no albergo demasiadas esperanzas. Parece que es más propio atribuir locura a ma- temáticos, físicos o ingenieros, profesiones to- das ellas relacionadas con elevadísimas cotas de abstracción. Todas esas formas de analizar e interpretar la realidad, de modo diferente al de la simple percepción del ojo humano, han sido históricamente adjetivadas de modo ve- jatorio, o incluso ofensivo. Pasa lo mismo con algunas de las más grandes obras de arte. So- berbias colecciones de tildes surrealistas bien podrían ser el reflejo de las fantasías oníri- cas de su creador, o de su fastuosa y eferves- cente imaginación. Algunas de las obras más relevantes y va- loradas del maestro Salvador Dalí, exhiben Autorretrato. Vincent Van Gogh. 1887. © The Art Institute. Chicago. Imagen de archivo Albert Einstein.
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