LLEI D'ART 3
91 imágenes aparentemen- te carentes de sentido, o quizás con todo el del mundo. Dalí parecía complacer- se exagerando incluso esa imagen excéntrica, narcisista, megalómana y totalmente distancia- da de lo cotidiano, que siempre acompañó sus apariciones públicas. “…que no conozca el significado de mi arte, no significa que no lo tenga... “La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que está sano. Yo sé que estoy loco. Salvador Dalí Quienes amaban su arte se sentían irritados ante tal actitud por considerarla un vil reclamo publicitario que su talento no precisaba. Sin embargo Dalí, de mirada alucinada y gran osa- día, siempre pareció sentirse cómodo en ese papel, desatando constantemente brumosas especulaciones en torno a su moralidad, su éti- ca o incluso su salud mental. ¡Me enloquece la música! ¿Y por qué no? ¡Música! ¿Qué mejor manera de transmitir arte que a través de los oídos? ¿Son las obras de compositores como Liszt, Chopin, Beethoven, también el fruto de dife- rentes formas de enajenación mental? ¿Fueron compuestas en momentos álgidos de profundo compromiso emocional, o simplemente creadas sin motivación aparente alguna? Pensemos en Mozart. Parece increíble que un compositor tan brillante y tan precoz en su desarrollo, pudiera padecer trastornos tan serios de hiperactividad o incapacidad para desarrollar algunas de las funciones básicas de la vida cotidiana, como atarse los zapatos. Parece ser que padecía el síndrome de Wi- lliams, o “síndrome de Mozart”, como comen- zó a conocerse posteriormente por ser el joven compositor el más famoso de los afectados. La pregunta que muchos se hacen es clara: ¿to- dos los afectados del síndrome de Williams son como Mozart? Obviamente no. Ya en sus últi- mos días, cuando estaba al borde de la muer- te, lo único que tenía en mente era su famoso Réquiem. Dicen sus biógrafos que falleció re- cordando el sonido de los timbales de la colosal sinfonía mortuoria. Resulta paradójico que los más vanguardistas tratamientos para mejorar el rendimiento de los afectados de “síndrome de Mozart” se valgan de la propia música de Mozart (el llamado “Efec- to Mozart”) por tener ésta unas características especialmente diferenciadas sobre las de otros compositores. Se ha probado incluso la efica- cia de la música de Mozart en el tratamiento de la epilepsia o incluso del Alzheimer, y mientras que otras melodías parecen activar áreas ce- rebrales relacionadas con los sentimientos y la corteza cerebral auditiva, ésta además, activa áreas implicadas en la coordinación motora y en la visión, posiblemente debido a la emisión de ondas regulares y espaciadas, altas frecuencias y sonidos puros (1). Uno de los más grandes genios de la humani- dad reveló que en sus momentos más creativos escuchaba la sonata K448 de Mozart: Albert Einstein. (1) El síndrome de Mozart y el efecto Mozart. Dra. Al- mudena García Alonso). L.N.M. Salvador Dalí. Imagen de archivo. © Fundación Gala-Salvador Dalí. Relativity. Maurits Cornelis Escher
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