LLEI D'ART 4
95 El arte de la ilusión ha animado a experimentar, a lo lar- go de la historia, a infinidad de artistas, que se han es- forzado por hacer aparecer como real lo que no existe, sorprendiendo al espectador mediante la aplicación de innumerables artimañas y efectos visuales que, muy es- pecialmente en la pintura, han llegado a desarrollar una gran destreza, consiguiendo representar un universo de ilusión óptica basado en la representación de volúme- nes y espacios, jugando con las dimensiones. Este intri- gante y divertido juego pictórico que es el trampantojo, ubica sus raíces en el mundo greco-romano. Plinio el Viejo, en el siglo segundo d.C., ya narraba las inacabables y legendarias disputas entre dos célebres pintores griegos, Zeusi y Parrasio, compitiendo por de- mostrar la consecución de la obra más tramposa. La fiel representación de objetos inanimados es la base tradicional de las naturalezas muertas, ampliamente re- presentadas en la pintura europea. Curiosamente, son esos mismos bodegones el campo ideal de experimen- tación del trampantojo. El hábil juego plástico en el ma- nejo del objeto inanimado, ha permitido a muchos au- tores conseguir imaginativas y engañosas recreaciones ópticas, abiertas a diferentes lecturas según el observa- dor, quien llega a dudar incluso de su propia capacidad de percepción. Imágenes especulares, figuras de dudoso contorno, perfiles chantourné, molduras, claroscuros o difumi- nados se entremezclan sometidos a la destreza de su creador, con el único propósito de confundir la interpre- tación y remarcar la transitoriedad de las cosas. En cuanto a la escultura, también ésta se ha dejado lle- var por la fascinación del engaño ilusorio de la tercera dimensión. Aunque el uso del color ha potenciado sus ya de por sí ventajosas cualidades en las artes enga- ñosas del trampantojo, su propia materialización física es también su principal hándicap dentro del juego de las alusiones y las ilusiones en las que se basa todo el potencial magnetizante de los trampantojos. Por ello, la escultura abusa del hiperrealismo como principal artifi- cio, permitiéndose magistrales licencias que, frecuen- temente, rayan lo grotesco o lo satírico, mimetizándose audazmente con el entorno. De este modo comprobamos como en algunas de las representaciones más célebres, la mimesis matérica incorpora la formal, teniendo como único objetivo la Domenico Remps ( 1621-1699). Scarabattolo (1675). La obra retrata la vitrina-aparador del Gran Príncipe Fernando de Medici. Óleo sobre lienzo. Museo del Opificio delle Pietre Dure (Florencia). Imagen cedida por cortesía de Fundación Palazzo Strozzi (Florencia) y del Ministerio de Cultura Italiano. Foto: Rabatti & Domingie.
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