Fundé mi primera empresa el mismo año en que dio inicio la era de Internet, en 1989. Desde entonces, la evolución que ha experimentado la tecnología de la información ha seguido un ritmo vertiginoso, pero en aquel entonces, y de un modo absolutamente artesanal, sacábamos adelante magníficos proyectos editoriales cocinados a fuego lento, y sin los empujones propios del tráfico de redes.
Fueron años de trabajo intenso y enriquecedor, que me permitieron curtirme en habilidades propias del trabajo editorial. Traduje cientos de textos científicos y literarios, informes, estudios y libros; aprendí el oficio de corrector tipográfico y de estilo; fui lectora, ilustradora de cubiertas y retocadora de imágenes. Descubrí aptitudes y aprendí trabajando, porque entonces no existía la impresionante oferta de cursos de formación para editores que ahora sí tenemos.
La experiencia, tanto empresarial como profesional, fue magnífica, mejoró mi visión y enriqueció mi valor. También me permitió afianzar mi vocación como escritora y editora. Profundicé en el poder de la palabra, en su abanico de connotaciones y matices. Mi pensamiento fue haciéndose cada vez más crítico, perfilando mi identidad, escuchando mi intuición, entrenando la empatía, huyendo de estereotipos y penetrando en el universo de posibilidades que la percepción brinda.
Devota del lenguaje, tanto en forma como en fondo, creo en la palabra, en la voz, como materialización de la intención, del sentimiento. La palabra es para mí, en todas sus acepciones, la custodia del significado, la diligente constructora de pensamientos. Implica valentía y compromiso. Preciosa herramienta de comunicación humana, nos permite acceder a cotas de entendimiento que rebasan la pura y dura información, para entrar de lleno en el fabuloso territorio de las emociones. Siempre me ha sobrecogido la sensación de libertad que me aporta, porque casi todo orbita en torno a lo que experimentamos, y a lo que interpretamos.
Es por ello por lo que tras estudiar Biología, fiel a un idealismo que reconozco que ha marcado toda mi vida, quise entrar en armonía con el mundo desde la comprensión del complejo entramado en torno al que se estructura el mundo natural, con el que me sentía profundamente implicada desde un punto de vista emocional. Entendí que la naturaleza era tan implacable y el ser humano tan necio, que me era preciso ahondar en lo más valioso de nuestra especie para encontrarle el sentido a nuestra existencia e intentar y autodisuadirme de la convicción de que nuestra extinción es tan inevitable como necesaria. Y comprendí que ese valor residía en el lenguaje, en esa prodigiosa capacidad para hacer tangible lo intangible, talento propio del espíritu artístico, del creador.
Tras varios escarceos profesionales y empresariales en diferentes sectores, gracias a todo lo cual soy en parte lo que he llegado a ser, y de lo que debería sentirme orgullosa, fundé en el año 2007 el gabinete editorial LLEI D'ART, principalmente dedicado al arte y las humanidades, aunque mucho más ambicioso en su cometido.
Desde entonces, vengo compaginando mi labor como gestor cultural, crítica de arte y escritora, con la de editora. Creo que es esencial generar contenidos de calidad y que todo aquello que debamos o queramos hacer, hemos de procurar hacerlo con generosas dosis de entusiasmo y la adecuada dedicación. Pues bien, en eso estamos.